El sol va cayendo lentamente
hacia el horizonte. Suaves nubes rojas se alargan, se difuminan, forman figuras
animadas. Leones, tigres y dragones. Bocas inmensas que se abren generando
formas imposibles. Gansos salvajes, guerreros, jinetes…
_ ¡Quiero ver a mi maestro!
Una figura humana danza
frente a mí, sus brazos y sus piernas generan un movimiento fluido, enérgico,
poderoso. Su silueta se recorta sobre el cielo rojo del atardecer. El tambor es
una prolongación de si mismo y con un ritmo constante rasga el silencio. Nada
se mueve, la calma es total, se ha detenido el mundo, solo el sonido del tambor
y la danza existen en este momento. Me acerco lentamente, suavemente, la figura
se gira y me mira, es mi maestro… sus ojos limpios, azules y profundos me miran
fijamente. Siento todos los atardeceres del desierto reflejados en ellos, todo
el azul del cielo, toda su inmensidad…
_ ¿Qué me pasa con el amor,
maestro?
Me
pidió que lo siguiera, nos sentamos junto al fuego y empezó a contarme una
historia. Era la historia de mi vida, cada detalle, cada pasaje estaba cargado
de emoción, de fuerza, de ternura. Me recordó los momentos en que siendo
pequeño jugaba con el hielo, con los chuzos de hielo que colgaban brillantes y
transparentes de las hierbas de la acequia. El mirlo casi muerto de frío en
aquella mañana silenciosa y blanca, el mirlo levantando el vuelo desde mis
manos para internarse en lo más profundo del arroyo…
_
¿Y ahora, que me pasa ahora?
_
Voy a contarte una historia. Esta es una historia muy antigua, tan antigua que
se remonta al origen de la humanidad.
Cuando
el hombre empezó a habitar en este planeta, cuando todavía difícilmente se podía
distinguir de otros animales empezó a erguirse en la sabana, empezó a levantar
la cabeza y a sentir a través de ella la llamada del cielo. Sus pies se
asentaban en la tierra, su cabeza buscaba el cielo y la conexión se hizo.
Los
dioses supieron que a partir de ese momento la evolución del hombre seria
imparable y tuvieron miedo. Tuvieron miedo de que el hombre algún día quisiese
ser como ellos. El dios de la sabiduría reunió un día a todos los dioses y reconoció
que efectivamente estos temores eran fundados, el hombre tenía todo el
potencial necesario para ser un dios.
¿Cómo
evitarían esto? Hay algo, dijo otro, que
podemos hacer. Debemos evitar que el hombre entre en contacto con las fuentes del
amor. Si entra en contacto con ellas acabara siendo como nosotros. Debemos
esconder las fuentes del amor en un lugar donde el nunca las pueda encontrar.
El
dios de la sabiduría hablo de nuevo. Yo conozco al hombre, el es capaz de
crecer y evolucionar utilizando todos los recursos del entorno para su
beneficio, ahí radica su gloria y su desgracia. Escondamos las fuentes del amor
en el fondo de su corazón, ahí nunca las irá a buscar.
Un
lagrima rodó por mi mejilla… sentí de pronto toda mi historia personal, todos
mis amores y desamores, mi búsqueda incansable…
El
crepúsculo lo inundaba todo, mi maestro se despidió de mi con una sonrisa y
continuó su danza cósmica. Su silueta se empezó a confundir con la oscuridad de
la noche, con el silencio, con la nada. Yo podía descansar en paz, por fin podía
descansar en paz en la soledad de la noche, en la soledad de la nada…
Me ha emocionado mucho la historia, y a la vez me ha dado tristeza porque he recordado que hace mucho tiempo que no hago ningún viaje chamánico, como tu bien dijiste hay que practicarlo a menudo pero después de tanto tiempo seguro que te llamaré para hacerlo acompañada.
ResponderEliminarMe ayudaron mucho a tomar decisiones importantes en mi vida y por lo que estoy viviendo totalmente acertadas.
Pilar M C
Pero ya encontramos la salida!!!!
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